Estos días en que la nueva Asamblea Nacional discute un proyecto de reforma de ese bodrio en que se ha convertido la Ley del Banco Central de Venezuela, me hicieron recordar que la motivación original de este blog, cuando lo empecé hace poco más de 2 años, fue la denunciar que, entre otros despropósitos, la conducción chavista de la economía había producido la completa demolición de la institucionalidad mínima del equilibrio monetario en Venezuela.
Nadie debe olvidar que el brote hiperinflacionario que hoy subyuga a los venezolanos tuvo su origen en las decisiones tomadas por el chavismo en dos fechas: 20 de julio de 2005 y 9 de noviembre 2009. Fechas memorables por las peores razones, a las cuales debemos agregar la fecha cuando el chavismo remató la faena: 31 de diciembre del 2015. Lo que ha experimentado Venezuela no es menos que el proceso progresivo de desintegración de la institucionalidad monetaria. Proceso mediante el cual el ejecutivo chavista expropió al BCV todas sus competencias, sus instrumentos y su independencia, convirtiendo al Instituto en poco más que solo un edificio lleno de gente en la Av. Urdaneta de Caracas.
Para no llover sobre mojado solo recuerde el lector que en cualquier parte del mundo, la capacidad real de un Banco Central para cumplir su mandato legal, que no debe ser otro que la preservación del valor de la moneda local, depende crucialmente de tres factores: el poder para centralizar las Reservas Internacionales; la prohibición de financiar ejercicios fiscales deficitarios, y; la no subordinación de sus decisiones al Poder Ejecutivo. Sobra decir que los tres factores son inexistentes en Venezuela de 2016.Qué hacer entonces con la reforma del Banco Central que se discute actualmente en el seno de la nueva Asamblea Nacional. En mi humilde opinión, debe aprovecharse el momento para crear las condiciones para que en el mediano plazo, el Banco Central de Venezuela sea empoderado de nuevo con instrumentos, capacidades y un mandato claro para cumplir su rol: garantizar la estabilidad de precios.
Opino que la discusión, al menos la que he escuchado hasta ahora luego de la primera discusión del proyecto y las consultas públicas realizadas por la Comisión de Finanzas, va en la dirección correcta. Hasta ahora se ha hablado de: (i) Reforzar la maltrecha independencia mediante la rehabilitación del rol del Parlamento en el nombramiento y remoción de las autoridades del Banco Central; (ii) forzar al Banco Central a regresar a un régimen periódico y transparente de publicación de cifras económicas, y; (iii) restringir o prohibir la capacidad del Banco Central para financiar monetariamente el déficit fiscal.
En mi humilde opinión, además de las medidas descritas, el Parlamento debe sentar las bases para que en el mediano plazo, el BCV pueda implementar un esquema de política monetaria que le sirva a una economía como la venezolana, lo proteja mejor de los choques que recibe y logre la tan anhelada y esquiva estabilidad de precios. No es el tema de este post, pero adelanto que desde mi perspectiva, la Venezuela de la transición deberá empezar a recorrer el camino hacia un régimen de tipo de cambio flexible bajo un esquema de objetivos directos de inflación. En todo caso, es tema sujeto a debate, pero sea cual sea el esquema final adoptado creo que se necesitará una reforma profunda de contenidos y hasta de tono de la Ley del Banco Central (o una nueva). Con lo anterior en mente, me parece que el Parlamento pudiera comenzar por:
- Eliminar del articulado que tiene que ver con las funciones, roles y características del Banco Central de Venezuela, cualquier mención al desarrollo nacional armónico, al crecimiento económico, al nivel de empleo, al régimen socioeconómico, al compromiso/responsabilidad social, a la participación ciudadana, a la integración latinoamericana, y demás paja retórica que ha servido de coartada legal a la criminal forma de proceder del pasado reciente. De manera inequívoca y categórica: la única función legal del BCV debe ser la de preservar la estabilidad monetaria y el funcionamiento del sistema de pagos. Punto.
- Eliminar del articulado toda mención a ese invento endógeno chavista llamado "Nivel Adecuado de Reservas Internacionales", que es nada más y nada menos, el responsable de la desequilibrio monetario extremo -y su correlato inflacionario- que hoy observamos. Debe eliminarse también el concepto de "Reservas Excedentarias", que es un engendro conceptual derivado del anterior.
- Eliminar del articulado toda mención al concepto de "Utilidades Cambiarias", que era la innovación favorita del chavismo para obtener algo de recursos por emisión inorgánica antes de que perdieran todo pudor en 2005.
- Eliminar la posibilidad de financiar directamente, y sin límite de plazo, a empresas e institutos públicos. Eliminar la posibilidad de adquisición masiva de instrumentos de crédito en colocación primaria por parte de entes públicos. Esta disposición, en mi opinión, necesita analizarse con detenimiento. Un comentario sobre esto más abajo.
- Endurecer los criterios para la selección de los Directores y el Presidente del Banco como piedra fundacional de la credibilidad del futuro Banco Central. Con respecto a esto, la ley debe procurar estándares internacionales, reforzando el rol de las capacidades técnicas, la trayectoria y la independencia, en la futura conducción del Banco.
- Reforzar el regreso a los manuales estándares de la contabilidad monetaria. Basta con ver el balance del BCV o las cuentas de usos y fuentes de la base monetaria, para observar que la contabilidad del Banco es hoy en día un ejercicio de ficción, con números que se mantienen en azul gracias al efecto mágico de activos tan creativos como inexistentes.
Una nota final sobre el tema de la eliminación del financiamiento monetario del déficit fiscal. Este es un tema escabroso que requiere cuidadoso análisis. Por un lado, no hay duda alguna de que el pagaré PDVSA es, por mucho, la mayor fuente de inestabilidad monetaria del sistema y, probablemente, el mayor responsable del brote inflacionario que observamos. Sin embargo, por otro lado, debe tenerse en cuenta que hay razones teóricas para pensar que, en ausencia de fuentes legítimas de financiamiento del déficit fiscal, una posición monetaria demasiado inflexible hoy, podría derivar en más inflación e inestabilidad mañana.
Este es un tema técnico que es difícil comunicar y divulgar, pero baste con decir que incluso en un escenario óptimo -que no existe en Venezuela-, con un ejecutivo dispuesto a hacer los ajustes necesarios, dispuesto a hacer un ajuste fiscal creíble con apoyo financiero de multilaterales, con un programa de reformas profundas a cargo de un equipo competente, incluso en esas condiciones -repito, inexistentes en Venezuela-, convendría un análisis serio y sin pasiones sobre la secuencia óptima de eliminación del financiamiento monetario del déficit. Puede que lo más drástico no sea lo óptimo desde el punto de vista económico y social.
No lo digo yo, a eso se le llama la desagradable aritmética monetarista de Thomas Sargent.
Este es un tema técnico que es difícil comunicar y divulgar, pero baste con decir que incluso en un escenario óptimo -que no existe en Venezuela-, con un ejecutivo dispuesto a hacer los ajustes necesarios, dispuesto a hacer un ajuste fiscal creíble con apoyo financiero de multilaterales, con un programa de reformas profundas a cargo de un equipo competente, incluso en esas condiciones -repito, inexistentes en Venezuela-, convendría un análisis serio y sin pasiones sobre la secuencia óptima de eliminación del financiamiento monetario del déficit. Puede que lo más drástico no sea lo óptimo desde el punto de vista económico y social.
No lo digo yo, a eso se le llama la desagradable aritmética monetarista de Thomas Sargent.