Mostrando las entradas con la etiqueta economía. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta economía. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de julio de 2017

3 argumentos que dan la razón a la oposición al denunciar a Goldman Sachs

La posición pública de los principales voceros de la oposición y, particularmente, la carta que dirigió el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, a Lloyd Blankfein, director ejecutivo de Goldman Sachs —denunciando en los términos más categóricos la transacción de venta a descuento por parte del Banco Central de Venezuela (BCV) sobre un bono de PDVSA por 2.800 millones de dólares—, ha despertado una ola de reacciones en Venezuela y en algunos centros financieros globales.
La oposición política venezolana ha denunciado categóricamente la operación de liquidación del bono PDV22; ha relacionado el hecho con las masivas violaciones de derechos humanos en Venezuela y ha puesto en entredicho la legalidad de la transacción, reservándose para sí una posible revisión de la misma en el futuro.
Para mi sorpresa, las críticas más virulentas a este hecho han venido de círculos más o menos sofisticados, de gente bastante sagaz e informada. A Borges lo acusan de “ingenuo”, de no conocer “el funcionamiento del mercado” o de ser una especie de santurrón que “no sabe que hablar de ética en finanzas es inútil”. De nuestros vivaces analistas y colegas leí cosas insólitas como que la oposición va a lograr que Goldman Sachs “atornille por siempre a Maduro en Miraflores”, o que lo que verdaderamente pasó fue que “el BCV fregó a Goldman Sachs al venderle papeles que no valen nada”.
En ese grupo hay de todo. Desde los que hablan de buena fe, pero desconociendo que hay fundadas razones económicas para la conducta del liderazgo opositor, hasta los que hablan desde la distancia, el resentimiento, el conflicto de interés, o una mezcla de todas las anteriores.
Pero no se distraiga el lector del punto central de estas líneas: existen muchas razones para afirmar, incluso desde la ortodoxia económica, que la oposición hace lo correcto al denunciar la transacción BCV-Goldman Sachs. Es más, se puede afirmar que dada su posición actual, sería absurdo no hacerlo.
Vayamos al grano. Existen al menos tres razones para afirmar que Borges, como vocero de la Asamblea Nacional, actúa correctamente al tratar de elevar el costo reputacional de Goldman Sachs y al Banco Central de Venezuela por la operación de marras.
La primera razón tiene que ver con el hecho de que esta historia no termina aquí. Esta transacción se enmarca en algo que en teoría de juegos se llamaría un juego repetido, donde ninguno de los jugadores tiene control total sobre el resultado final. En un juego repetido la reputación es fundamental y es por esto que las fuerzas democráticas venezolanas hacen bien en señalar a GS (y al resto de Wall Street) que ellos serán los que determinen (al menos parcialmente) la matriz de pago en el futuro. Claro, si GS supiera con certeza cuál es el resultado final, la amenaza no sería creíble, pero éste no es el caso.
La segunda razón tiene que ver con la existencia de una amenaza latente. Nuestros iluminados analistas deberían saber que existe en el sistema financiero local al menos otro bono similar, también denominado en dólares, y dado en emisión privada a un banco público por un monto de 5.000 millones de dólares con vencimiento en 2036. Dicho bono debe estar listo para ser liquidado por el BCV a precios de gallina anoréxica, lo cual, qué duda cabe, resultaría en un grave daño para la Nación.
Evitar a toda costa la liquidación de este bono está en el máximo interés de una oposición que aspira a ser gobierno en el futuro cercano. Como explicaba en mi anterior artículo, en el momento que ese bono salga de las arcas del sector público, se producirá un deterioro profundo en la posición financiera del Estado venezolano y un aumento en el ya imposible servicio de deuda, lo cual pondría en riesgo las propias probabilidades de la oposición para estabilizar con éxito la economía en el futuro.
La tercera y última razón tiene que ver con que existe la probabilidad de que en el futuro de Venezuela vaya a un proceso ordenado, negociado, transparente y amistoso de negociación de su deuda externa. Si este proceso se da mañana, la oposición está en la obligación de señalar hoy la opacidad legal de todas las artimañas financieras que se han cometido desde que el chavismo no controla la Asamblea Nacional. De hecho, señalar hoy, a viva voz, toda posible irregularidad es la estrategia dominante de la oposición con miras a ese proceso, pues fortalece su posición negociadora en el futuro.
Por supuesto que hay una dimensión ética de todo este asunto, que a mí no me parece que sea la determinante. Pero sepa el lector que aunque en la práctica la oposición está hablando de ética, lo hace con el respaldo de tener sólidos fundamentos económicos para pensar que actúa correctamente.
Venezuela tendrá que enrumbarse, más temprano que tarde, hacia un proceso de estabilización y reformas que la lleve a recuperar rápidamente las condiciones materiales de vida de su maltrecha población. Recuperar un crecimiento vigoroso y sostenido, de la manera más rápida posible, solo será posible si el país cuenta con acceso masivo y sin restricciones a todas las fuentes posibles de financiamiento, incluyendo a los mercados financieros internacionales.
Pero desconfíe de quien diga que necesariamente la oposición tendrá que acudir a Wall Street, arrastrándose e implorando clemencia, pues probablemente hable desde el conflicto de interés. Existe talento y probidad suficiente en Venezuela para que, llegado el momento, se pueda enfrentar cualquier proceso de negociación ordenado, transparente y amistoso, con posiciones técnicamente sólidas y genuinamente nacionalistas.

(Texto aparecido originalmente en el portal Prodavinci.com el 31-05-2017)

viernes, 30 de diciembre de 2016

Racionalidad, Moralinas y la cola de EPK

Venezuela tierra de lindas playas, beisbolistas y liberales que abominan del Homo Economicus sobre bases morales.
En víspera de Navidad el gobierno venezolano cargó de nuevo contra una compañía privada venezolana, una de notable éxito internacional y buena reputación: la cadena de tiendas especializadas en ropa infantil EPK. El aparato burocrático-policial intervino las operaciones de la cadena, obligándola a vender a precios ficticiamente bajos y produciéndole una pérdida irreparable. Para qué quede muy clara mi posición: el hecho me parece abominable y merecedor todo nuestro repudio, es una dosis adicional de esta tóxica mezcla de incompetencia, maldad e ideología que es el chavismo, que tiene a este país en la lona y ciudadanos comiendo de la basura.

El episodio de EPK encendió la indignación de nuestra reducida y maltrecha esfera pública nacional. La mayoría, para mi sorpresa, destiló una rabia que iba dirigida mucho más hacia la gente que se lanzó a la calle a sacar provecho de los efectos de la arbitraria medida, mientras muy pocos se enfocaban en el verdugo que la tomó. Aquel día llovieron monsergas del tipo “esa cola es expresión del fracaso moral” de este país, y cosas por el estilo.

Lo primero que habría que decir es que no tengo interés alguno en certificar la calidad moral de los que hicieron cola en EPK, probablemente algunos de ellos son terribles personas. También hay que decir que hay una dimensión de su conducta que, en efecto, puede ser evaluada en el plano moral, como toda acción humana, pero creo que enfocarse en ese “juicio moral” enturbia la comprensión del fenómeno y nos lleva a un debate que, en mi opinión, es estéril e improductivo. Entiendo la muy humana necesidad de sentirse por encima de este pantano que va dejando el chavismo, pero estoy convencido de que es una discusión profundamente inútil.

El episodio de EPK, notorio por lo visible y reciente, no es distinto a lo que tres lustros de controles de precios chavistas han infringido sobre el sector privado: forzar a un productor a vender su producción a niveles ridículamente bajos, es exactamente lo que ha venido haciendo el gobierno con otros rubros, desde lavaplatos hasta harina de maíz. Y en todos los casos el efecto es el mismo: una estructura de precios incompatibles con los costos de los productores da como resultado colas para comprar, desincentivos para producir, y oportunidades de arbitraje de precios.

En todos los casos se cumple la máxima económica: la gente, en general, responde a los incentivos que se le presentan. Si hemos de enfocarnos en un juicio moral sobre la cola de EPK, yo lo haría sobre la bancarrota moral que significa un gobierno que diseña los incentivos perversos que, para producir ganancias de bienestar de corto aliento sobre individuos, llevan a la quiebra al sector privado. Desde el punto de vista económico, lo que uno observa es la respuesta de la masa a un cambio –arbitrario, dictatorial, ilegal- a las condiciones del “mercado”. Cómo dice un economista amigo, uno podría darle connotaciones morales a la pendiente negativa de la curva de demanda, pero es inútil. 

Tampoco es que es la primera vez que el gobierno chavista toma una medida económica que hace que ciudadanos tomen decisiones que, siendo racionales, pueden resultar moralmente cuestionables. La historia de los últimos 17 años está llena de nefastas políticas públicas, oportunidades arbitraje y ganancias individuales en detrimento de terceros. Ahorrémonos la moralina, comparemos por ejemplo las implicaciones de la cola de EPK versus la cola de traders que arbitraron con bonos soberanos denominados en USD pero pagaderos a la tasa de cambio oficial de 4,30.

Pudiera ser un poco injusto, eso sí, decir que hacer la cola de EPK es equivalente al provecho que saca el ciudadano promedio a las políticas de subsidios y controles generalizados, como los controles de precio de la gasolina o el control de cambios a través de Cadivi. Al fin y al cabo pudiera ser cierto que hay algo de inevitabilidad de la elección individual, por aquello de “yo no tengo forma de poner gasolina a otro precio” o “no hubo otra forma legal de comprar dólares”. Tal vez sea una cuestión de grados, pero la naturaleza es la misma.

Se dice también que en el caso de EPK la víctima es un empresario venezolano con nombre y apellido, lo cual es cierto. Lo anterior da para la reflexión sobre cuál es la víctima de las siniestras políticas de subsidio generalizado, pues no es otra que nuestros difusos, pero no menos importantes, intereses colectivos: las finanzas públicas, la provisión de servicios básicos, el equilibrio externo, el medio ambiente, la producción nacional, etc. No deja de ser descorazonador que los victimarios piensen que es menos malo si la víctima somos todos. Esas políticas las terminaron pagando los más vulnerables, los que hoy se enfrentan al abismo económico sin herramientas para enfrentarlo y sin un Estado que le provea una mínima red de salvación.

Decía que puede haber grados, pero que lo que si no se puede negar es que el mecanismo económico que opera en un caso u otro es de la misma naturaleza. Si la cola de EPK es la respuesta de “demanda” ante un precio forzadamente puesto a nivel ficticiamente bajo, también es lícito pensar que esa “demanda” por ese Iphone5 que se compró en 2013, por ese viajecito a Europa de 2012, o por esa universidad extranjera donde estudió su hijo, o la “demanda” por 52 tanques de gasolina que le pone a su camioneta al año, tal vez, solo tal vez, no hubiera sido la misma “demanda”, si el gobierno no forzara algunos precios a permanecer a un nivel también ficticiamente bajo. Piénselo.

Lo cierto es que en todos los casos, sean epkeros, cadiveros o traders, se trata de gente respondiendo de forma racional a incentivos perversos. En todos los casos una evaluación de la dimensión moral de esas conductas, sin ser incorrecta, me parece –repito- estéril e improductiva. Es un debate estéril porque no queda una implicación práctica, de ese fútil ejercicio de dividir a la gente entre buenas y malas no queda algo que nos ayude a navegar el futuro. Los estados, las instituciones, las reglas y las políticas existen, precisamente, para no tener que depender exclusivamente de la poco fiable “conciencia” de la gente. Creer que se puede obtener resultados económicos deseables, basados solamente en la “conciencia moral” de las personas, sin la estructura de incentivos adecuada, es exactamente el postulado socialista del “hombre nuevo”, estúpida formulación con inevitables resultados trágicos, como cualquier venezolano puede atestiguar.

Es un debate improductivo porque desvía atención de los verdaderos responsables: los que hacen las políticas, diseñan los incentivos e implementan estas criminales acciones: el gobierno chavista. El debate de los atributos morales de la cola de EPK diluye las culpas en una difusa colectividad, llevándonos a una suerte de determinismo cultural de lo “malo” que es el venezolano, ejercicio de verdadera holgazanería intelectual que es utilizado a diestra y siniestra como una especie de respuesta-comodín, pero que es una respuesta incorrecta y falsa para explicar lo que pasa en Venezuela (o en cualquier parte).

El punto central es que la gente es simplemente gente, y responde a incentivos. Saberlo nos permite liberarnos de esos prejuicios que, en estas horas oscuras, están a la orden del día y en boca de todos. No creo en el patrioterismo ni soy dado a las cursilerías celebratorias del hecho aleatorio de nacer sobre un territorio, no soy de los que crea que haya nada particularmente bueno, o chévere sobre el “ser venezolano”, pero tampoco creo que haya algo particularmente malo sobre serlo. Simplemente creo que no somos ni mejores ni peores que otras sociedades, las experiencias de países que progresan económica y socialmente son tan diversas que son en sí mismo prueba de que la “superioridad moral” no es un factor que explique el desarrollo. La gente es gente, en todas partes, y si cambian los incentivos, cambia el  comportamiento. En Suecia, Maicao o Santa Cruz de la Sierra.


Pensar de esta manera, por cierto, es lo único que nos permite aspirar a un país distinto, es lo único que nos permite guardar la esperanza de que si construimos un andamiaje distinto, obtendremos resultados distintos, en este territorio, con estos mismos ciudadanos. Qué el 2017 nos sea un poco más leve a todos.

viernes, 13 de diciembre de 2013

1994

Es cierto. En Venezuela, uno revisa el archivo de cuentos de la cripta y se encuentra con otras historias de horror monetario.

1994 no fue solo un mal año para la música, sino que fue un pésimo año para la economía Venezolana. En Enero de aquel año, las autoridades de regulación bancaria decidieron intervenir el Banco Latino. El Banco Latino era para la época, el segundo banco más grande del sistema financiero. Lo que vino después ya lo sabemos: Venezuela se sumergió en un período de alta inestabilidad, incluyendo varias olas de corridas contra los bancos y el bolívar. El saldo final fue de 75 instituciones financieras intervenidas y el 55% de los depósitos totales del sistema en bancos cerrados o estatizados. En aquella época las largas colas eran de ahorristas tratando de recuperar el fruto de su trabajo en la puerta de un banco cerrado.

Al final de esta triste historia, la crisis bancaria de 1994-1995 tuvo un costo aproximado de 13% del PIB. Además, en medio de una típica crisis gemela, el BCV quemó 45% de las reservas internacionales en un intento vano por defender el régimen cambiario de micro devaluaciones diarias (crawling peg), un régimen que finalmente tuvo que ser abandonado a favor de un régimen de tipo de cambio fijo con control de cambios, tasas de interés y precios -luego de una devaluación de 63%-. Por su costo, y este dato es importante mantenerlo en la memoria, la crisis bancaria del 94 está catalogada como uno de los episodios más fuertes y virulentos en su tipo en la historia económica del mundo contemporáneo.




La información contextual es relevante porque, durante la crisis bancaria de 1994, Venezuela experimentó un episodio de horror monetario similar al que estamos viviendo a finales de 2013. En aquella época, el Banco Central de Venezuela, se vio obligado por una situación de emergencia excepcional -la caída abrupta de la mitad del sistema bancario local- a extender un instrumento de crédito a favor de una Institución del sector público - FOGADE -. Con esta decisión, el BCV pasó a financiar, con emisión inorgánica de dinero, el costo los llamados Auxilios Financieros. La decisión del gobierno de aquel entonces, fue la de devolverle los ahorros a los venezolanos afectados por la crisis bancaria, poniendo para ello a funcionar la maquina de hacer billetes que está en los sótanos de la Esq. Carmelitas.

Hasta aquí el lector atento se habrá dado cuenta de que, aunque las motivaciones fueron muy distintas -y quizás se puede argumentar que fueron más legítimas las de 1994-, el esquema fue el mismo: El BCV, a través de un instrumento de crédito, emite dinero inorgánico para financiar necesidades de otra parte del sector público, lo cual es exactamente lo que hace en este momento con el actual Pagaré de PDVSA. Fin de las similitudes entre 1994 y 2013.

Ahora vamos con las diferencias, que resultan aun más reveladoras. En primer lugar, diferencias de orden de magnitud: En 1994, el BCV terminó por otorgar créditos a favor de FOGADE por aproximadamente Bs. 800 mil millones de los viejos, lo cual puesto en contexto, significó un poco más o menos 9% del PIB de ese año. En 2013, sin tener certeza sobre las cifras exactas del Pagaré de PDVSA, gracias a la rabiosa opacidad que decidió tener el BCV con sus cifras monetarias, el BCV podría cerrar el año otorgando financiamiento monetario a PDVSA por una cifra alrededor del 18% del PIB. ¿Se entendió? El costo actual de la política de financiamiento monetario del déficit fiscal es el doble -D-O-B-L-E- de lo que le costó al BCV salvar a la economía de la quiebra de la mitad de sus sistema bancario en 1994.

La segunda gran diferencia, y no es menor, es que el BCV en 1994 era una Institución, si bien no completamente independiente, al menos no arrodillada a los designios del Ejecutivo. Así que a partir de mediados de 1994 y hasta 1996, simultáneamente con su política de financiamiento monetario de los Auxilios Financieros, el BCV llevó a cabo una agresiva política de contracción monetaria, para drenar la liquidez excedente del sistema, a través de Operaciones de Mercado Abierto colocando títulos de emisión propia (Cero Cupón y TEMs). Esta política, se sabe, fue costosa y criticada en varios aspectos, pero no cabe duda que contrarrestó, al menos parcialmente, el enorme desequilibrio monetario causado por los auxilios financieros.

En suma: Una política más irresponsable y un BCV más pasivo. Siempre he tenido la sensación que la actual política monetaria es como esas fiestas que unos sabe que ineluctablemente terminará a botellazos, sillas volando y gente llorando.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Trescientosveinte

Soy economista y me declaro bastante incompetente en materia de tecnicismos legales. Pero con toda la discusión reciente, me entró una duda fundamental. Así que me levanté y desempolvé mi viejo ejemplar de la mejor Constitución del Mundo, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Y ahí estaba, sólido, sin resquicios que dieran lugar a dobles interpretaciones, el Artículo 320 de la CRBV que dice:


Art. 320...En el ejercicio de sus funciones el Banco Central de Venezuela no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo y no podrá convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias...
Pero no soy abogado, y estoy muy consciente de que nuestros problemas hace mucho tiempo dejaron de ser de carácter legal. Sin embargo, me grabé ese número...trescientosveinte

Sigo con lo mío.


martes, 12 de noviembre de 2013

Sobre dime con quién andas y otras ficciones

El País X es una economía altamente dependiente de los recursos naturales, en particular de los hidrocarburos. En el país X, más del 85% de las exportaciones y más de la mitad de los ingresos fiscales provienen de la explotación de los recursos naturales. En el País X, el Estado se reserva, a través de un monopolio estatal y diversas empresas públicas, la primacía en la explotación de estos recursos. Durante los últimos años, el País X se ha beneficiado grandemente de las condiciones externas, en particular de los altos precios de las materias primas que exporta. En definitiva, el País X es un país económicamente muy similar a Venezuela. Son igualitos.

Formidable, no menos que espectacular! Le escuché decir a un alto ejecutivo del FMI al referirse al desempeño macroeconómico del País X. Fin de las similitudes. Ni tan igualitos. 

A lo que el hombre del Fondo se refería con entusiasmo es que el País X, desde el inicio del boom de precios de las materias primas en 2004, logró mantener, año tras año, altas tasas de crecimiento económico -muy por encima de los promedios de su región-, y simultáneamente exhibió significativos superávits externos y cuentas fiscales en azul profundo.


lunes, 4 de noviembre de 2013

Welcome to Distortioland

Año decimotercero del siglo XXI y seguimos dando vueltas en círculos. Está claro que aquello de que "uno no se tropieza dos veces con la misma piedra", lo dijo un hiper-optimista, un jodedor, o un filósofo heraclida. En todo caso no creo que fuera Venezolano. No señores, no creo que por muy proveniente de los Países Bajos que sea, padecer de Enfermedad Holandesa -en estado terminal- nos ponga en algún track para reclamar acceso a la UE y anotarnos en la lista de invitados de la OCDE. Escribiré, con la esperanza de que algo quede.